Saltar a lo público llena el proceso de optimismo pero no lo hace más fácil, sino más serio y a su vez más complejo. Confundir el inicio de una fase pública con el fin del conflicto es inexacto, pues ahora viene lo difícil: el manejo adecuado de los medios de comunicación, la urgencia de una pedagogía para que el país sepa qué pasa en esa nueva mesa, la urgencia de una tregua bilateral para evitar el error de negociar en medio de la guerra, la presión de los enemigos de la paz, entre otros asuntos. Es un mal momento para decirlo, pero en los procesos de paz nada es irreversible.
La mesa tendrá seis temas de discusión. El primero es ‘participación de la sociedad’ (y no dicen sociedad civil) que busca que esta sea parte activa del proceso de negociación, cosa inédita pero no imposible. El cómo es el qué: el proceso es así un ejercicio de democracia de comienzo a fin. El Eln pide “la presencia de la sociedad en casi todos los puntos”.
El segundo tema es ‘Democracia para la paz’, que alimentará del punto 2 de La Habana pero, según la agenda del Eln, enfatizando en los mecanismos de participación local y regional, incluyendo garantías efectivas (no solo retóricas) para la oposición.
El tercer punto, de alta complejidad es ‘transformaciones necesarias para la paz’, en el que los maximalismos son el peor enemigo: ni el Eln ha tomado el poder ni el gobierno los ha derrotado; por tanto, el Eln no puede pretender hacer la revolución en la mesa, ni el gobierno reducir el proceso a la entrega de armas. La tensión es qué tanto es suficiente para convencer al ELN de que la paz va en serio y qué tanto está dispuesto el gobierno a aceptar, en su política, la lucha frontal contra las causas del conflicto. El tema cuatro, el de víctimas pareciera más delimitado, no solo por lo mucho que se ha avanzado en La Habana y porque ambas partes (gobierno y Eln) priorizan este tema en la mesa. El problema no va a ser el en reconocimiento o en la verdad sino en los mecanismos de justicia transicional, que difícilmente podrían ser diferentes a los de las Farc, pero tampoco pueden ser impuestos mecánicamente al Eln. El Eln pide distinguir entre la agenda de las víctimas y las consecuencias jurídicas para los guerrilleros
Y el tema cinco es el del fin del conflicto armado, se plantea en términos del uso de las armas. Las armas no pueden ser un fetiche para un Eln que quiera conservarlas a perpetuidad, pero tampoco para un gobierno que quiere arrebatárselas en la primera ronda de negociación. Todo parece indicar que el Eln no reclama solo el fin del conflicto sino la construcción de paz, dos cosas bastante diferentes. Finalmente, el tema seis: la implementación de lo acordado enfrentará, para ambas mesas, uno de los males del país: la falta de articulación institucional, la ‘militarización’ de la política social y las trampas burocráticas, en un Estado altamente centralizado y, además, corrupto. Unos de los mayores retos será empatar el proceso de La Habana con el recién iniciado, especialmente en temas como víctimas y justicia transicional; ahondar en el tema de participación política; y rediscutir los mecanismos eventualmente compartidos de verificación de lo acordado. Los elenos son famosos por su lenguaje encriptado (a veces me siento tentado a escribir un diccionario Eln-Español-Eln) y por su demora en tomar decisiones, pero una vez tomadas todo indica que hablan en serio. Ojalá ambas partes entiendan el momento histórico y la oportunidad de construir un país decente. Y la sociedad entienda la responsabilidad que tiene de participar en la construcción de su propio destino, en un modelo de paz novedoso y ojalá con mejores resultados. Hay Más.- http://economiaypoliticaconamadoucros.blogspot.com.co/